Ser esposos
“Con quien siempre tiene razón, no es posible vivir. Pero convivir en un matrimonio puede ser una fiesta, si cada uno se relativiza a sí mismo y reconoce y aprecia al otro, su modo de pensar, de hablar y de ser distinto.” (Phil Bosmans)

ACERCA DEL MATRIMONIO
(Kahlil Gibrán)

Altamira habló y dijo:
“¿Qué tienes que decirnos del Matrimonio, Maestro?”
Y ésta fue la respuesta:
“Nacieron juntos y permanecerán juntos, aún en la silenciosa memoria de Dios.
Pero dejen que haya espacio en ese estar juntos.
Permitan que el viento del cielo dance entre ustedes.
Ámense uno al otro, pero no hagan una atadura del amor.
Dejen, más bien, que haya un mar palpitante entre las playas de sus almas. Llene cada uno la copa del otro, pero no beban de la misma copa.
Dé uno al otro de su pan, pero no coman del mismo trozo.
Canten, dancen juntos y sean felices, pero dejen que cada uno de ustedes esté solo.
Como las cuerdas de un laúd que están separadas, y sin embargo, vibran con la misma música.
Den el corazón pero no dejen al otro que se lo guarde, porque solamente la mano de la Vida puede contener sus corazones.
Estén juntos, pero no demasiado cerca. Porque los pilares sostienen el templo, pero están separados.
Y los robles y los cipreses no crecen uno a la sombra del otro.

EL HÁBITO DE DISCUTIR
(Renny Yagosesky)
 
Es frecuente en el mundo actual tropezarnos con personas que atesoran el hábito de discutir, aunque expresan que no es su deseo, que las provocaciones son externas y que saben que es algo negativo. ¿Es usted una de esas personas llena de excusas que justifiquen incontables enfrentamientos? Siga leyendo.

        Salvo contadas excepciones, los seres humanos vivimos en grupos. Esto nos obliga a mantener relaciones con parientes, vecinos, amigos, compañeros de trabajo y desconocidos, con quienes coordinamos acciones que nos permiten vivir en comunidad.

        Como es de imaginarse, no siempre logramos coincidir en los gustos, deseos, intereses o necesidades, y las opciones disponibles en pro de la armonía, son: alejarnos del territorio de la controversia o llegar a acuerdos. De lo contrario, el resultado es malestar, confrontación y conflicto.

         Aunque suene razonable que las personas prefieran decidirse por arreglos amistosos, concordia y paz, lo que vemos como realidad cotidiana es que el número de choques interpersonales aumenta en frecuencia e intensidad, y se hacen mayores las consecuencias de estos.

        Ya que la mente humana se acostumbra a todo, también es posible habituarse a vivir en el conflicto, y ver como “normal”, la expresión de las diferencias en forma oculta, sutilmente o con frontalidad, por lo que los roces traen respuestas de indiferencia, chismes, discusiones o contactos físicos violentos.

        En el ámbito familiar se discute casi a diario, con guiones repetidos cíclicamente. De acuerdo con Cloé Madanes, especialista en terapia de familia, los conflictos buscan, inconcientemente, alcanzar cuatro objetivos psicológicos básicos: dominar y controlar, ser amado, amar y proteger, y arrepentirse y perdonar.

         Dependiendo del caso y del objetivo, las personas se expresan verbal y no verbalmente de maneras distintas: críticas, gritos, abusos, castigos, enfermedad, rivalidad, agotamiento, descontrol, engaño, aislamiento y otras modalidades.

        Casi siempre, la manifestación inicial de estas situaciones incómodas es la discusión, término que defino como un acto comunicativo en el cual se confrontan pareceres, y en el que cada parte intenta convencer a la otra de su punto de vista, con argumentos o manipulaciones, a fin de obtener una victoria, que supone le generará beneficios físicos o psicológicos.

        Para superar la costumbre de discutir, se hace necesario tomar e implementar ciertas decisiones:

1- Elegir no discutir a menos que sea estrictamente necesario.

2- Eliminar las excusas que nos impulsan a discutir.

3- Reconocer y evitar a los discutidores profesionales.

        Los discutidores profesionales se reconocen fácilmente, porque suelen tener algo que decir, lo dicen cuando no se les pregunta, lo dicen de manera airada, hablan más de lo requerido, les cuesta cerrar los procesos de diálogo.

         Cuando se sienta tentado a discutir, recuerde lo siguiente:

a. Las personas no son como nosotros, pues cada persona es única y diferente.

        Esto significa que por mucho que pretendamos creer que somos iguales a los demás, la herencia genética, los padres y familiares, el aprendizaje y las decisiones voluntarias, son distintos en cada humano, por lo que resulta iluso pensar en una identidad común.

b. Las personas no cambiarán porque así lo queramos.

        Por mucho que usted desee que su pareja cambie sus ideas, actitudes y hábitos, sólo sucederá cuando las circunstancias los obliguen o la conciencia lo demande.

c. Cada situación tiene más de un punto de vista.

        Ya que hay muchas maneras de ver lo mismo, es perfectamente válido que lo que para uno es un seis para otro sea nueve, de acuerdo con el lugar desde el cual mira.

d. Presionamos a los demás para no aceptarlos ni cambiar nosotros.

        La razón más clara de la existencia de las discusiones, es la persistente y disimulada negación a aceptar que más allá de nuestras aparentes buenas intenciones, lo que subyace es el afán de dominar, de controlar, de dirigir, de transformar a los demás para ahorrarnos el esfuerzo de la empatía, la compasión, la generosidad y el trabajo.

        De acuerdo con James Readfield, existe una perspectiva no psicológica sino más bien energética de las discusiones. Desde este punto de vista, las personas son seres compuestos de energía y cuando se encuentran frustrados, insatisfechos infelices, sus niveles de energía se reducen y experimentan la necesidad de incrementarlos. Al no saber resolver la carencia por otras vías como el contacto con la naturaleza, la meditación, el ejercicio o el perdón, acuden al mecanismo primario del conflicto. Así es posible que los demás nos transfieran parte de su campo energético al colocar su atención en nosotros, y así nos recuperamos mientras que el otro queda desgastado, agotado o confundido. Pienso como Víctor Sánchez, que la energía diaria puede malgastarse en formas absurdas como proteger la imagen y discutir con los demás.

        En fin, la práctica de la discusión es frecuente y pocas veces funciona o se requiere verdaderamente, salvo para dominar, evitar cambiar y robar energía. Tome sus precauciones, ahorre energía, evite enemistades y use su tiempo para superarse.


EL VERDADERO SUSTENTO DE LAS PAREJAS
Un famoso profesor se encontró frente a un grupo de jóvenes que estaban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando éste se apaga en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio.
El maestro les dijo que respetaba su opinión, pero les relató lo siguiente: "Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana, mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno y sufrió un infarto. Cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, sin respetar las señales de tránsito, condujo hasta el hospital. Cuando llegó, por desgracia, ya había fallecido.
Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. Él pidió a mi hermano teólogo que le dijera dónde estaría mamá en ese momento. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte, y conjeturó cómo y dónde estaría ella. Mi padre escuchaba con gran atención. De pronto pidió: "Llévenme al cementerio". "Papá" –respondimos, - "¡son las 11 de la noche! ¡No podemos ir al cementerio ahora!" Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo: "No discutan conmigo, por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años". Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más.
Fuimos al cementerio, pedimos permiso al sereno, y con una linterna llegamos a la lápida. Mi padre la acarició, rezó, y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos: "Fueron 55 buenos años... ¿saben? Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así".
Hizo una pausa y se limpió la cara. "Ella y yo estuvimos juntos en aquella crisis. Cambié de empleo", continuó. "Hicimos el equipaje cuando vendimos la casa y nos mudamos de ciudad. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos, rezamos juntos en la sala de espera de algunos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos en cada Navidad, y perdonamos nuestros errores... hijos, ahora se ha ido y en parte estoy contento, ¿saben por qué?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera..."
Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló: "Todo está bien, hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día". Esa noche entendí lo que es el verdadero amor. Dista del romanticismo, no tiene que ver demasiado con el erotismo, más bien se vincula al trabajo, la entrega y el cuidado que se profesan dos personas realmente comprometidas.
Cuando el profesor terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron debatirle. Ese tipo de amor era algo que no conocían.

ENCUESTA A MATRIMONIOS QUE VAN A UNA IGLESIA
Matrimonios que van a una iglesia son más felices, demuestran estudios en EEUU
    WASHINGTON D.C., 07 Jul. 08 / 08:17 pm (ACI).- Un análisis de la Universidad de Virginia de tres de las más importantes encuestas nacionales en Estados Unidos demuestra que las parejas casadas que van juntas a alguna iglesia son más felices que las que van pocas veces o nunca van; y tienen menos probabilidades de divorciarse.
    El sociólogo W. Bradford Wilcox de esta casa de estudios tomó los datos de las siguientes encuestas: General Social Survey (GSS), la National Survey of Families and Households (NSFH), y la National Survey of Family Growth (NSFG), con las que pudo concluir que las parejas casadas que van a la iglesia son "muy felices", más de lo que los son las que nunca van; según indicó a Cybercast News Service.
    "Ir a la iglesia parece ser que ayuda a las parejas a estar juntas. Cuando lo hacen, son significativamente más felices en sus matrimonios y tienen menos probabilidades de divorciarse, comparadas con las parejas que no van a una iglesia. Diría que ir a la iglesia es un componente beneficioso para el matrimonio cuando se hace juntos", dijo.
    El culto religioso, explica, proporciona "a las parejas una fe que las ayuda a entender el sentido de las dificultades en sus vidas –desde el desempleo hasta la enfermedad– que pueden dañar sus matrimonios. Entonces, en una palabra la pareja que reza unida se mantiene unida".
    Para Wilcox, los hombres y mujeres con una vida activa en alguna iglesia "se ven diferentes al menos en la esfera marital. Al menos en este campo, la fe no trabaja sola. Tienes que combinar la fe y el trabajo para disfrutar de un matrimonio estable. Necesitas un mensaje consistente, confiar, y el apoyo de una comunidad eclesial que te pueda dar un beneficio real de la fe religiosa".


INCOMUNICACIÓN EN UNA PAREJA

Pongamos que un chico llamado Luis se siente atraído por una mujer llamada María de las Nieves. El le propone ir juntos al cine, ella acepta, y lo pasan bien. Unas pocas noches después él la invita a ir a cenar, y de nuevo están a gusto. Siguen viéndose regularmente durante ese tiempo.

Entonces, una noche cuando van hacia la casa de ella, un pensamiento se le ocurre a María de las Nieves y, sin pensarlo realmente, ella dice:

“¿Te das cuenta de que justo hoy hace seis meses que nos vemos?”

Y entonces se produce un silencio en el coche. A María de las Nieves le parece un silencio estruendoso. Ella piensa:

"Vaya, me pregunto si le habrá molestado que yo haya dicho eso. Quizás se siente restringido por nuestra relación; quizás crea que yo estoy tratando de forzarlo a alguna clase de obligación que él no desea, o sobre la que no está muy seguro."

Y Luis está pensando: "Vaya. Seis meses."

Y María de las Nieves piensa: "Pero yo tampoco estoy segura de querer esta clase de relación. A veces me gustaría tener un poco más de libertad, para tener tiempo de pensar sobre lo que yo realmente quiero que nos mantenga en la dirección a la que nos estamos dirigiendo lentamente...; quiero decir, ¿hacia dónde vamos? ¿Vamos simplemente a seguir viéndonos en este nivel de intimidad? ¿Nos dirigimos hacia el matrimonio? ¿Hijos? ¿Una vida juntos? ¿Estoy preparada para este nivel de compromiso? ¿Es que conozco realmente a esta persona?"

Y Luis piensa: "... así que eso significa que fue... veamos... febrero cuando comenzamos a salir, que fue justo después de dejar el coche en el taller, o sea que... veamos el cuentakilómetros... ¡Uy! Tengo que cambiarle el aceite al coche."

Y María de las Nieves piensa: "Está disgustado. Puedo verlo en su cara. Quizás estoy interpretando esto completamente mal. Quizás quiere más de nuestra relación, más intimidad, más compromiso; quizás él ha notado -antes que yo- que yo estaba sintiendo algunas reservas. Sí, apuesto a que es eso. Por eso está reacio a decir algo sobre sus propios sentimientos. Tiene miedo de ser rechazado."

Y Luis piensa: "Y voy a tener que decirles que me miren la caja de cambios otra vez. No me importa lo que esos imbéciles digan, todavía no cambia bien. Y esta vez será mejor que no intenten echarle la culpa al frío. ¿Qué frío? Hace como 30º afuera, y esta cosa hace los cambios como un camión de basura, y yo les pagué a esos ladrones inútiles 200 pesos."

Y María de las Nieves está pensando: "Está enojado. Y no puedo culparlo. Yo también estaría molesta. Dios, me siento tan culpable, haciéndolo pasar por esto, pero no puedo evitar sentirme como me siento. Simple y llanamente, no estoy segura."

Y Luis piensa: "Probablemente me van a decir que sólo tiene tres meses de garantía. Eso es seguro lo que van a hacer, estos imbéciles."

Y María de las Nieves está pensando: "Quizás soy demasiado idealista, esperando que venga un caballero, un príncipe azul en su caballo blanco, cuando estoy sentada al lado de una persona perfectamente buena, una persona con la que me gusta estar, una persona que realmente me importa, una persona a la que parezco importarle de verdad. Una persona que sufre por causa de mis egocéntricas fantasías románticas de colegiala."

Y Luis piensa: "¿Garantía? ¿Quieren una garantía? Voy a hacer que se la metan..."

- Luis - dice María de las Nieves en voz alta.

- ¿Qué? - dice Luis, sorprendido.

- ¡Por favor, no te tortures así! - dice ella, con una lágrima en sus ojos - . Quizás nunca debí haber dicho... Oh, Dios, me siento tan...- . Se interrumpe, sollozando.

- ¿Qué? - dice Luis.

- ¡Soy tan tonta! - solloza María de las Nieves - . Quiero decir, ya sé que no hay tal caballero. Realmente lo sé. Es estúpido. No hay caballero, ni caballo.

- ¿No hay caballo? - dice Luis.

- Pensás que soy tonta, ¿verdad? - dice María de las Nieves.

- ¡No! - dice Luis, contento por fin de conocer la respuesta adecuada.

- Es sólo que... sólo que... necesito algo de tiempo. - dice María de las Nieves.

Hay una pausa de 15 segundos mientras Luis, pensando todo lo rápido que puede, trata de decir una respuesta segura. Finalmente se le ocurre una que cree que puede funcionar:

- Sí. – dice.

María de las Nieves, fuertemente emocionada, toca su mano:

- ¡Oh, Luis!, ¿realmente pensás eso? - dice ella.

- ¿El qué? - dice Luis.

- Eso sobre el tiempo - dice María de las Nieves.

- Oh, -dice Luis-, sí.

María de las Nieves se vuelve para mirarlo y fija profundamente su mirada en sus ojos, haciendo que él se ponga muy nervioso sobre lo que ella puede decir luego, sobre todo si tiene que ver con un caballo. Al final, ella dice:

- Gracias, Luis.

- Al contrario - responde él.

Entonces él la lleva a casa, y ella se tumba en su cama, un alma torturada y en conflicto, y llora hasta el amanecer, mientras que Luis vuelve a su casa, abre una cerveza, enciende la tele, e inmediatamente se encuentra inmerso en una retransmisión de un partido de fútbol uruguayo entre dos equipos de los que nunca ha oído hablar. Una débil voz en los más recónditos rincones de su mente le dice que algo importante había pasado en el coche, pero está seguro de que no hay forma de que pudiese entenderlo, así que opina que es mejor no pensar sobre ello. (Esta es también la política de Luis acerca del hambre en el mundo).

Al día siguiente, María de las Nieves llamará a su mejor amiga, o quizás a dos de ellas, y hablarán sobre la situación durante seis horas seguidas. Con doloroso detalle, analizarán todo lo que ella dijo y todo lo que él dijo, repasando cada punto una y otra vez, examinando cada palabra y gesto, considerando cada posible ramificación. Continuarán discutiendo el tema, una y otra vez, por días, quizás semanas, nunca llegando a conclusiones definitivas, pero tampoco aburriéndose de él.

Mientras, Luis, un día mientras ve una carrera de autos con un amigo en común suyo y de María de las Nieves, durante las propagandas, fruncirá el ceño y dirá:

- Raúl, ¿vos sabés si María de las Nieves tuvo alguna vez un caballo?

LA ESPOSA EN EL GERIÁTRICO
   
Un hombre de cierta edad vino a la clínica donde yo trabajo, para hacerse curar una herida en la mano.  Él tenía bastante prisa, y mientras le hacía la curación le pregunté qué era eso tan urgente que tenía que hacer.  Me dijo que tenía que ir a un geriátrico para desayunar con su mujer que vivía allí.  Me contó que ella ya llevaba algún tiempo en ese lugar y que tenía un Alzheimer muy avanzado.

             Mientras yo terminaba de vendarle la herida, le pregunté si ella se alarmaría en caso de que él llegara tarde esa mañana.

         "No", me dijo.  "Ella ya no sabe quién soy.  Hace ya casi cinco años que no me reconoce".

             Entonces le pregunté extrañado: "Y si ya no sabe quién es usted, ¿por qué esa necesidad de estar con ella todas las mañanas?"

         Me sonrió, y dándome una palmada en la mano me dijo: "Ella no sabe quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella".

         Tuve que contener las lágrimas mientras él se iba, y pensé: "Esa es la clase de amor que quiero para mi vida.  El verdadero amor no es sólo algo físico o romántico.  El verdadero amor incluye la mutua entrega, y la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, de lo que será y de lo que ya no volverá a ser."

LOS SIETE SECRETOS DE UN AMOR PARA TODA LA VIDA
(Adaptación del trabajo de Víctor Parachin, por Carlota de Barcino)


1. Busca siempre el segundo lugar

"Poner al otro por encima de uno mismo". Muchos de los matrimonios que se rompen lo hacen por no vivir esta sencilla máxima. El egoísmo no funciona en un matrimonio. A menudo las parejas son más egoístas entre sí que con sus amigos. Se preocupan por estar al tanto de los éxitos y acontecimientos en la vida de sus amigos, por buscar áreas de interés común, y ceder para evitar romper una amistad. Y sin embargo, no ponen la misma energía cuando se trata de la relación con su esposo/a.

        Los mejores matrimonios son aquellos en los que rige el principio de dar en lugar de recibir, donde los esposos colocan las necesidades, aspiraciones, esperanzas y sueños de su pareja por delante de los propios.

        Si uno de los dos pone en práctica este principio con constancia, es altamente probable que el otro responda de manera recíproca y espontánea con el mismo amor, cariño, entrega y consideración.

2. Sé generoso en tus halagos

        Al menos una vez al día, busca algo positivo que decir a tu esposo/a. Siempre puedes encontrar en la otra persona algo que sea noble, correcto, puro, amable, admirable, excelente o digno de ser alabado. Piensa en estas cosas, pon atención a lo largo del día. Para asegurar un amor para toda la vida, debes ser el "fan número uno" de tu esposo/a.

         Samuel Johnson escribió en el s. XVIII: "El aplauso de un solo ser humano tiene grandes consecuencias en la vida de una persona". El famoso psicólogo John Gottman, que estudió a 2.000 matrimonios, afirma que por cada comentario o acción negativa se precisan al menos cinco positivas que las puedan contrarrestar, para que el amor de la pareja se mantenga fresco. Gottman recomienda todos los piropos, sonrisas y manifestaciones de ternura posibles, al tiempo que advierte contra la crítica, el rencor y las actitudes defensivas.

         Así pues, halaga a tu esposo/a por todo aquello que es admirable en él/ella. Si es honrado/a, dile cuánto te agrada que lo sea; si es fiel, explícale lo maravilloso que es poder contar siempre con él/ella; si es dependiente o inseguro/a, dile lo bien que te sientes pudiendo apoyarle y sintiendo cuánto cuenta tu opinión; y si está muy seguro/a de sí mismo/a, puedes expresar la seguridad que esa virtud te aporta también a ti.


3. En tiempos de crisis, sean uno solo

         Nada une más a unos esposos que permanecer unidos en tiempos de crisis. El psicólogo Paul Pearsall, autor de "Laws of Lasting Love", describe cómo la fortaleza de su esposa, siempre a su lado durante el tiempo en que se enfrentó a un terrible cáncer, le ayudó a superar los fatalistas pronósticos de sus doctores. Pearsall relata cómo su mujer le agarró con fuerza y le llevó de un médico a otro hasta que dieron con uno que pudo salvar su vida: "éramos uno solo; nos movíamos a un tiempo, con la esperanza de encontrar un doctor que no confundiera el diagnóstico con un veredicto. Nunca habría podido caminar a mi curación por mí mismo".

         Otro caso muy conocido es el del actor Christopher Reeves. Una caída mientras cabalgaba produjo al protagonista de "Superman" una paraplejia irreversible. El libro escrito por su esposa, "Still Me", ha batido records de ventas narrando cómo su matrimonio alcanzó plenitud a partir de ese momento. La fortaleza de esta mujer y su apoyo incondicional sostienen la voluntad de su marido por seguir viviendo. Y ambos han sido capaces de encontrar la felicidad permaneciendo unidos ante las dificultades más terribles.


4. Pasen mucho tiempo juntos

         Es un mito que las parejas felices tienen vidas, intereses y actividades independientes. Para escribir su libro "Lucky in Love: The Secrets of Happy Couples and How Their Marriages Thrive", la psicóloga Catherine Johnson entrevistó matrimonios de todos los Estados Unidos que llevan casados entre 7 y 55 años. Más de la mitad describieron su matrimonio como "muy feliz".

           Johnson se dio cuenta de que una característica común a todas las parejas felices era que pasaban bastante tiempo juntos, a pesar de no compartir los mismos intereses. En su opinión, la idea de que "es esencial mantener identidades separadas" es errónea. Estas parejas supieron encontrar una "identidad compartida". A lo largo del tiempo, habían dejado de sentirse "individuos" y se sentían "casados" en lo más profundo de su corazón. Si este proceso no se da, el matrimonio tendrá problemas.


5. Cree siempre lo mejor, y no lo peor, de tu esposo/a

           Seguramente habrán oído en alguna celebración religiosa del matrimonio, la famosa lectura que termina con la frase: "El amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta". Éstas son las pautas para creer siempre lo mejor del otro.

           Lamentablemente, muchas parejas despojan a su relación de toda alegría, esperanza y amor, simplemente porque olvidan los aspectos positivos de su pareja y ven sólo lo negativo. Y esto tiene terribles consecuencias en el matrimonio.

         El escritor John Powell indica acertadamente: "Son las actitudes las que hacen que una misma experiencia sea agradable o dolorosa". En el matrimonio también sucede así: es necesario mantener una actitud positiva hacia la pareja, educando los ojos y la mente para encontrar lo positivo que tiene incluso el rasgo que menos agradable nos resulta:

    a. Si crees que tu esposa es "chismosa", dale a ese rasgo la característica de una cualidad: es sociable, abierta y expresiva, y sus comentarios nunca son hirientes.

    b. Si sientes que tu esposo habla demasiado, trata de ver que podría ser introvertido, huraño y difícil de trato. Y de esta manera, siempre sabes cómo piensa y se siente.

    c. Si crees que tu pareja es demasiado "seria y aburrida", trata de agradecer que siempre dará a las cosas el peso y la importancia que merecen, que ponderará lo que dice y hace, evitando malos entendidos y discusiones impulsivas.

    d. Si te parece que el otro es "demasiado débil y no sabe decir que no", valora su buen carácter, su amabilidad, su capacidad de comprender y ayudar a los demás.

    e. En lugar de calificar a tu esposo como "demasiado estricto", seguro que puedes describirlo también como disciplinado, maduro, reflexivo y fiel a sus principios.

    f. Además de "excesivamente extrovertida", es muy probable que tu mujer sea a la vez vital, positiva, entusiasta y alegre.



6. Expresa tu amor frecuentemente y con creatividad

           "Hola, cariño. Sólo te escribo esta notita para que sepas cuánto te quiero y te echo de menos. ¡Vuelve pronto!".

           Jennifer sonríe cada vez que lee ese papelito doblado que ha guardado durante meses en su bolso. Durante sus siete años de matrimonio, se ha visto obligada a viajar mucho por su trabajo en una empresa consultora. Cuando llega a un hotel, se siente sola y desanimada. Pero William lo sabe y ha logrado suavizar esos sentimientos mostrándole su amor de mil maneras distintas. Ella sonríe y se ilumina su expresión cuando recuerda los divertidos detalles de su marido: cartas escondidas en su maleta, postales, poesías, regalitos, fotos y hasta galletas, su chocolate favorito o unos caramelos... "Me siento como en casa cuando descubro sus detalles: todo me recuerda cuánto me ama, y me ayuda a seguir adelante a pesar de echarle tanto de menos".

         Piensa tú también en qué forma especial e inesperada puedes sorprender a tu esposo/a, recordándole que es lo más importante de tu vida.



7. Hagan de su matrimonio su prioridad

         La psicóloga Judith Wallerstein, en un estudio sobre 50 matrimonios felices, destaca que todos ellos declararon que construir un matrimonio sólido y duradero había sido el compromiso más importante de toda su vida de adultos. Es un gran consejo para asegurar un amor para toda la vida.

NO DEJES MORIR EL AMOR
Hubo una vez en la historia del mundo, un día terrible en el que el odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convoco a una reunión urgente con todos ellos.
Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano llegaron a esta reunión con curiosidad de saber, cuál era el propósito.
Cuando estuvieron todos, habló el Odio y dijo: -"Los he reunido aquí a todos, porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien".
Los asistentes no se extrañaron mucho, pues era el Odio que estaba hablando, y el siempre quiere matar a alguien, sin embargo todos se preguntaban entre sí, quien sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos.
- "Quiero que maten al Amor", dijo.
Muchos sonrieron malévolamente, pues más que uno le tenía ganas.
El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo: -"Yo iré, y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto, provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará".
Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del Mal Carácter, quedaron tan decepcionados.
- "Lo siento, lo intente todo pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante".
Fue entonces cuando muy diligente se ofreció la Ambición que haciendo alarde de su poder y dijo: —"En vista de que El Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviare la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará".
Y empezó la ambición el ataque hacia su víctima -quien efectivamente cayó herida- pero después de luchar por salir adelante, renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.
Furioso el Odio, por el fracaso de la Ambición, envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas, pero el Amor confundido lloró, y pensó, que no quería morir y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos y los venció.
Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al egoísmo, a la Cantaleta, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerza y todo lo superaba.
El Odio convencido de que el Amor era invencible les dijo a los demás: —"Nada que hacer. El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos".
De pronto de un rincón del salón se levantó un sentimiento poco reconocido y que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era fúnebre como el de la muerte, "Yo mataré el Amor", dijo con seguridad.
Todos se preguntaron quien era ese que pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido. El Odio dijo: —"Ve y hazlo".
Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles que después de mucho esperar por fin EL AMOR HABÍA MUERTO.
Todos estaban felices pero sorprendidos. Entonces el sentimiento del sombrero negro habló: - "Ahí les entrego el Amor totalmente muerto y destrozado".
Y sin decir más se marchó.
- "Espera"... dijo el Odio, "en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir. ¿Quién eres?
El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo:
- "Soy la Rutina"

ORACIÓN DE LOS ESPOSOS
(René Trossero)

Dios de la vida y del amor,
nosotros nos unimos para compartir la vida como esposos.
Acompáñanos con tu presencia para que tengamos:
la alegría de elegirnos cada día,
la constancia de amarnos hasta el final de la vida,
el valor de perdonarnos siempre,
la paciencia de comenzar todos los días,
la dicha de ser confidentes como amigos,
la valentía de ser sinceros,
el gozo de ser fieles por amor y no por obligación,
la generosidad de abrir a todos las puertas de nuestro corazón y de nuestro hogar,
y la felicidad de llegar juntos hasta el final del camino,
habiendo constatado y mostrado que EL AMOR ES POSIBLE.

“TRABAJAR” EL MATRIMONIO
(Aníbal Cuevas)

        Paul Johnson, celebre periodista británico autor, entre otros libros, de "Tiempos modernos", cita como una de las condiciones del éxito en el matrimonio considerarlo como un trabajo. Quizá no sea para tanto, pero sí parece claro que una de las características de un buen matrimonio es el trabajo por mantenerlo.
        Existe la idea, muy extendida, de que lo básico y consustancial al matrimonio es el amor como sentimiento. Según esta idea, el matrimonio funciona mientras funcionen los sentimientos y un indicador de que el matrimonio es un éxito sería el nivel de sentimiento. Cuando se deja de sentir por el cónyuge, el matrimonio pierde su sentido y lo mejor es romperlo. Siguiendo esta idea, luchar por mantener el matrimonio en contra de lo que dicta el sentimiento sería de hipócritas.
        A partir de ese momento muchas personas empiezan a buscar fuera lo que no encuentran dentro. En vez de concentrar su atención y esfuerzo en recuperar o reconstruir ese amor, se dejan llevar de lo que sienten o de lo más fácil, sentirse victimas y buscar consuelos. Tal vez lo que existía no era amor verdadero sino solo sentimiento.
        Un matrimonio cuyo fundamento sea el amor como sentimiento, es muy endeble y puede explicar, en parte, el alto índice de separaciones y divorcios.
        Algo tan fundamental y que afecta a aspectos tan íntimos de las personas como es el amor no puede estar sustentado sobre algo tan frágil y quebradizo como son los sentimientos. Téngase en cuenta además que los sentimientos, por su propia naturaleza, son oscilantes y sujetos a altibajos que en la mayoría de los casos no dependen de la voluntad de uno mismo.
        Los sentimientos dependen de numerosos factores internos y externos al hombre y a la mujer. Factores tales como la climatología, el cansancio, los desarreglos hormonales, el stress, etc., hacen que varíen nuestros sentimientos y estados de ánimo.
        El matrimonio debe estar constituido sobre algo más sólido, la felicidad de las personas (cónyuges, hijos, familiares) está en juego.

Una base sólida
        El origen de la atracción hombre-mujer en un primer momento puede situarse en la esfera física e incluso en la intelectual (las ideas compartidas o admiradas). El paso siguiente es el enamoramiento, un sentimiento normalmente intenso, que nos lleva a querer estar con él/ella y a desear estar solos. Nos sentimos bien a su lado.
        Hasta aquí el hombre no ha puesto nada, todo es plácido, dejarse llevar de lo que apetece y gusta. Esa fuerza sobre la que poco decidimos es la que guía.
        El matrimonio es un paso más de lo hasta aquí explicado. Lo específico del hombre es la capacidad de tomar decisiones, de decidir libremente hacer algo, de no hacer depender su vida de la apetencia. Puede resultar muy difícil asumir esta idea en un tiempo en el que prima hacer las cosas sin esfuerzo y en la que se huye del compromiso.
        Nos bombardean desde los anuncios, las series de televisión, las revistas y tantos otros frentes con la idea de que el hombre tiene derecho a la felicidad y que ésta pasa por satisfacer todos los deseos y evitar lo que cuesta. Mensajes publicitarios tales como “te lo mereces”, “date el gusto”, “date un capricho”, etc., hacen mella en el subconsciente y terminan condicionando la actuación de muchas personas que huyen del esfuerzo como de la peste. Estamos en lo que se ha denominado “pensamiento débil”.
        Sin embargo, la grandeza del hombre se sitúa precisamente en su poder para comprometerse libremente y llevar a término lo asumido aunque esto cueste trabajo y requiera esfuerzo.
         Gracias a esta capacidad especifica del ser humano, el esfuerzo y la libertad, la sociedad ha avanzado. Siempre ha habido hombres y mujeres esforzados y trabajadores gracias a los cuales existen las vacunas, los grandes inventos, etc. Seguramente se dieron momentos de cansancio, de falta de ganas, momentos en los que sin sacrificio y responsabilidad hubieran abandonado.

Matrimonio y compromiso
        Una de las diferencias básicas entre el matrimonio y las parejas de hecho es precisamente el compromiso. En el matrimonio existe un acto de compromiso libre y responsable. Quiero a mi cónyuge, quiero lo mejor para él/ella, quiero vivir mi vida con y para el otro y estoy dispuesto a luchar por ello. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para mantener ese compromiso en el tiempo.
        Por el contrario, lo que caracteriza a las parejas de hecho es precisamente la falta de compromiso. Hay un sentimiento mutuo, “estamos bien juntos” pero solo mientras dure esto. Se parte de la idea de que cuando no vayan bien las cosas o falle el sentimiento no hay nada que nos obligue a seguir adelante, no hay compromiso ni auténtica entrega.
        Esta diferencia y la idea social del matrimonio como un mero acto social o firma de un contrato ha hecho perder al matrimonio su esencia. A nivel social el matrimonio es como las parejas de hecho pero con papeles. El siguiente paso es la equiparación a las uniones de homosexuales y en eso estamos.

Un paso más
        Decía que el matrimonio es ese paso más que se da cuando hacemos intervenir eso que es especifico del hombre, el compromiso. Nos queremos y decidimos que eso que ahora ocurre queremos mantenerlo y además manifestarlo en público. En público, entre otras razones, porque ese compromiso genera unos derechos y deberes que afectan a la sociedad.
        Desde ese momento (la boda como manifestación pública del compromiso) se entra en otra dimensión. Ya no puede ser el sentimiento, que es muy importante, el que rija la vida de la pareja. Hay que dar paso a la voluntad, a la libertad y al trabajo diario para mantener el amor.
        La afirmación anterior no es muy popular, de hecho una buena amiga me ha dicho al leer este escrito que los hombres somos muy fríos. Nada más lejos de mi intención. Vuelvo a repetir que el sentimiento es muy importante pero no puede ser la guía ni el fundamento de un matrimonio, estaría construido sobre arena.

Trabajo, esfuerzo y virtud
        En la antigua Grecia se entendía que lo que hacía más digno y feliz al hombre era la adquisición de virtudes. El camino de la madurez humana y de la felicidad pasaba por el ejercicio de las virtudes. Vivir las virtudes exigía y exige esfuerzo. Ser ordenado, generoso, sincero, laborioso, exige un trabajo. Sin ese esfuerzo es imposible adquirirlas.
        A nadie le extraña que el trabajo suponga esfuerzo. Desde que suena el despertador hasta que se apaga la luz por la noche, hay que vencerse en numerosas ocasiones y, en muchos casos, hacer lo contrario de lo que apetece. Sin embargo, a pesar de lo dicho, se puede disfrutar del trabajo.
        Del trabajo se pueden conseguir muchas cosas positivas. Proporciona satisfacciones cuando está bien hecho, eleva la autoestima cuando es reconocido por otros, facilita amistades y relaciones humanas, sirve para mantener a la familia y lo más importante para los cristianos, supone participar en la Creación “ayudando” a Dios.
         Trabajo y esfuerzo van unidos y sin embargo, no por ello el trabajo es algo que, en general, se considere negativo. ¿Por qué es esto así? Pienso que, en parte, porque se sabe disfrutar de lo positivo que hay en él.

Buscar lo positivo
         Cuando la actitud con la que se afrontan las cosas es positiva, el esfuerzo pasa a un segundo plano. El impulso de la actitud personal hace que se obvie lo negativo y se siga adelante apoyado en lo positivo. Un buen ambiente laboral, que mucho depende de quien trabaja, ayuda a sobrellevar mejor el trabajo y a hacerlo mejor, lo cual nos lleva a una rueda: trabajo bien, hay buen ambiente, el trabajo luce, me siento bien y por tanto eso me estimula a seguir haciéndolo bien.
        Y aquí llegamos al punto central de estas consideraciones. ¿Por qué no aplicar estas ideas al matrimonio?
        El matrimonio pasa, como ya se ha dicho, en un primer momento por la efusión del sentimiento y el romanticismo. Mantener la intensidad de esos primeros momentos es imposible y además resultaría agotadora y, posiblemente, peligraría la salud por agotamiento.
        El éxito en el matrimonio pasa por la idea primera de Johnson. Se podría enfocar el matrimonio, el amor hombre-mujer, como un trabajo. Como algo que requiere un esfuerzo y una dedicación. Los primeros beneficiados de un trabajo bien hecho son los que lo realizan por la satisfacción que produce. De igual manera, se puede disfrutar del matrimonio “trabajándolo” día a día, desde el primer momento, aprovechando esa fuerza impulsora que es el sentimiento.
         ¿Cómo cambiaría la idea del matrimonio si se fuera capaz de encontrar en él una fuente de felicidad y alegría en los buenos momentos y en los que se llaman malos? Es la actitud con la que se vive el matrimonio la que determina en buena medida su éxito.

Trabajar el matrimonio
        ¿En qué consistirá ese “trabajar” el matrimonio? Básicamente en vivir las virtudes humanas que, según decían los griegos, llevaban a la madurez y a la felicidad. La adquisición de virtudes en el matrimonio lleva a encontrar la felicidad propia buscando la del otro.
        De la misma manera que el insomnio no se vence empeñándose en dormir, la felicidad no se consigue empeñándose en ser feliz sino procurando que lo sean los demás. La felicidad no es un derecho, ni dentro ni fuera del matrimonio. La felicidad es el resultado de una vida de entrega a los demás, por eso se puede ser feliz aunque se sufra.
         Dedicar a lo largo del día parte del tiempo a pensar en cosas pequeñas que puedan mejorar la relación con la pareja supondría estar “trabajando” el matrimonio. Buscar minutos para estar a solas con él/ella es “trabajar” el matrimonio. Impedir que otro/a ocupe en nuestra cabeza el lugar que solo le corresponde a él/ella (es un compromiso libremente adquirido al casarse) es “trabajar” el matrimonio; estar pendiente de detalles para hacer más feliz al otro, es “trabajar” el matrimonio.
        Tener el convencimiento de que el matrimonio se hace día a día, que la ceremonia de la boda sólo fue el principio y que, como decía Machado, “caminante no hay camino, se hace camino al andar”, es trabajar en lo más importante de la vida, el matrimonio.
        De la misma manera que se ha mencionado la dimensión del trabajo como “ayuda” a Dios en el proceso de la Creación, no se debería finalizar este escrito sin abrir una reflexión a la trascendencia del matrimonio.
        Dios ha querido que el hombre y la mujer sean coparticipes con Él en la Creación a través del matrimonio. Cuando dos amigos trabajan juntos por un mismo objetivo, se ayudan. Ese es el verdadero quicio del éxito matrimonial, contar con Dios y dejarse ayudar por Él. Nuestro solo esfuerzo serviría para bien poco.
        Unir trabajo, esfuerzo, amor, matrimonio y Dios da como resultado una vida más feliz para los dos y para los que están alrededor.

UNA LEYENDA SIOUX

         Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la carpa del viejo brujo de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.

-Nos amamos...-empezó el joven.
-Y nos vamos a casar....- dijo ella.
-Y nos queremos tanto que tenemos miedo... queremos un hechizo, un conjuro, o un talismán..., algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos. Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte.
-Por favor -repitieron -, ¿hay algo que podamos hacer?

        El anciano los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes, tan enamorados, y tan anhelantes esperando su palabra.
-Hay algo... -dijo el anciano- pero es una tarea muy difícil y sacrificada... Nube Azul, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos. Deberás cazar el halcón más hermoso y
vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena. ¿Comprendiste? Y tú, Toro Bravo, -siguió el brujo- deberás escalar la montaña del trueno. Cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las  águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Azul.

        Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur.

        El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas.

        El anciano les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Eran verdaderamente hermosos ejemplares.
-¿Y ahora qué haremos? -preguntó el joven- ¿Los mataremos y beberemos el honor de su sangre?
- No -dijo el brujo.
-¿Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne? - propuso la joven.
-Tampoco. Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero. Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.

        El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El  águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse por el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse....

-Este es el conjuro -dijo el anciano-. Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como  un águila y un halcón. Si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse el uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos, pero jamás atados.

VALORAR AL AMA DE CASA (humor)

Un hombre estaba harto de tener que ir a trabajar todos los días y que su esposa se pudiera quedar en casa. Quería que ella viera por lo que él pasaba todos los días, así que rezó:

"Señor: yo salgo a trabajar cada día, durante 8 horas, mientras mi esposa se queda en la casa tranquilamente. Quiero que ella sepa por lo que tengo que pasar todos los días, entonces permíteme cambiar de cuerpo con ella por un día. Amén".

Dios, en su infinita sabiduría le concedió el deseo al hombre.

A la mañana siguiente, se despertó como mujer. Se levantó, hizo el desayuno para su cónyuge, despertó a los niños, sacó su ropa para ir al colegio, les dio el desayuno, empacó los almuerzos, los llevó al colegio, volvió a casa, recogió la ropa para la lavandería y la llevó. En el camino, paró en el cajero para sacar plata y fue al supermercado a comprar víveres.

          Entonces regresó a casa, guardó los víveres, e hizo los cheques para pagar las cuentas. Limpió la caja del gato y bañó al perro. Para entonces ya era la 13 hs. y corrió a hacer las camas, puso la ropa sucia en el lavarropas, sacudió, aspiró, lavó el baño, barrió y pasó el trapo al piso de la cocina.

        Salió corriendo a recoger a sus hijos en el colegio, y tuvo una discusión con ellos de vuelta a casa. Preparó leche y galletas para los niños y los organizó para que hicieran las tareas. Sacó la tabla de planchar y se puso a planchar mientras veía televisión.

        A las 16:30 hs. empezó a pelar papas, lavar las verduras para la ensalada, adobó la carne, y puso el arroz a cocinar. Cuando su cónyuge llegó preguntando por la comida, ésta ya estaba lista y servida. Después de comer, limpió la cocina, lavó los platos sucios, sacó la ropa del lavarropas y la puso a secar. Bañó a los niños y los acostó.

        A las 21:30 hs. estaba exhausto aunque no había terminado todavía sus quehaceres, se fue a la cama donde estaban esperándolo para hacer el amor, lo cual logró hacer sin quejarse.

         A la mañana siguiente se despertó e inmediatamente se arrodilló al lado de la cama y dijo, "Señor, yo no sé qué estaba pensando. Estaba muy equivocado al envidiar a mi esposa por poder quedarse en casa todo el día. Por favor, Señor, por favor, vuélvenos a cambiar".

        El Señor, en su infinita sabiduría, contestó: "Hijo mío, creo que has aprendido la lección y será un placer para mí volver las cosas a como estaban antes. Sin embargo, vas a tener que esperar nueve meses. Anoche quedaste embarazado".