Conversión
“El revolucionario es el que quiere cambiarlo todo menos a sí mismo. El cristiano es el que quiere cambiarlo todo empezando por sí mismo.” (Vittorio Messori)
ANDREA JAEGER, DE TENISTA A MONJA
Cambio de hábito. A los 41 años, la precursora de los quejidos que acompañaban a sus golpes, eligió el camino de Dios.
La tenista rebelde Andrea Jaeger se hizo monja y cuida niños con cáncer. "Ya sabía que Dios tenía para mí otros planes que ser la número uno del mundo", confió la estadounidense.
En las canchas de tenis fue una estrella mundial y al mismo tiempo una jugadora insoportable, al más puro estilo John McEnroe. Cuando no había llegado ni siquiera a la mayoría de edad, la estadounidense Andrea Jaeger hizo enfurecer a rivales como Martina Navratilova y Chris Evert, y provocó por igual a árbitros y espectadores. Pero esa persona sin modales que en 1980, con 14 años y ocho meses, ganó su primer torneo profesional, se convirtió hace ya tiempo en la hermana Andrea, un ángel para niños enfermos de cáncer.
"Ya entonces sabía que Dios tenía para mí otros planes que ser la número uno en tenis", dice la hermana, actualmente de 41 años. Hace algo más de tres meses que fue ordenada monja de la iglesia dominicana-anglicana. Desde hace años cuida en una clínica infantil de Cincinnati, en Estados Unidos, de los niños enfermos de cáncer. "No me arrepiento de nada, amo lo que estoy haciendo".
Sólo las imágenes de Wimbledon, Flushing Meadows y Roland Garros recuerdan aún a la joven muchacha con corrector dental, largas trenzas y pañuelo en la frente. En el césped sagrado se enfrentó en 1983 a la gran Martina Navratilova, que infligió a la entonces tenista de 18 años una dolorosa derrota por 6-0 y 6-3. Todas las protestas, imprecaciones y gestos no sirvieron de nada. No logró nunca un título de Grand Slam en Wimbledon ni tampoco en París, donde un año antes cayó ante la misma rival.
Impulsada por su padre Roland, propietario de un bar en Suiza, que en 1956 emigró con su esposa alemana Ilse a Chicago, Andrea se hizo profesional del tenis en 1980. Pronto cosechó grandes éxitos y durante dos años ocupó el segundo lugar del ranking mundial.
Pero su poderoso tenis, su característica principal junto a sus quejidos y los malos modales, exigió pronto su tributo. No sólo aparecieron dolores en la espalda y en los hombros de la joven tenista, sino también en el alma.
Cuando en Roland Garros 1985 se lesionó de nuevo el hombro derecho, fue prácticamente el fin de su carrera. En 1987, tras siete operaciones, llegó el adiós definitivo.
Jaeger entonces estudió teología y creó la Little Star Fundation (www.littlestar.org) con un capital de 1,4 millón de dólares que había ganado con la raqueta y que ayuda todos los años a ocho mil niños enfermos. Entre los mecenas de la fundación figuran John McEnroe, Andre Agassi y Pete Sampras, al igual que la modelo Cindy Crawford y estrellas de Hollywood como Kevin Costner.
"Sé que esto es lo que quería hacer siempre", dice la hermana Andrea. La chispa fue seguramente "la muerte por cáncer de una persona querida", como contó en una ocasión la autora Mae Brown, antigua compañera de camino de la ex tenista. "Andrea se ocupa de todo de una forma conmovedora. Percibe y siente cosas mucho antes de lo que lo hacemos nosotros".
Hasta que Andrea Jaeger no soltó la raqueta no se supo claramente quién era en realidad, que su comportamiento grosero en la cancha fue una especie de protección ante la competencia y la presión por lo que le exigía su ambicioso padre.
"Cuando ya no pude jugar más fue la paz total", dice con una gran sonrisa. La joven monja sigue jugando al tenis o, mejor dicho, lo hace de nuevo. A los pequeños pacientes de su Fundación en la localidad estadounidense de Durango poco les interesa que fuera antes una estrella mundial. Ellos aman a la hermana Andrea y ella a los pequeños. "Mis padres no tuvieron nunca una Biblia, pero yo lo supe siempre: Dios tenía un plan para mí". (DPA)
DA VINCI Y LA ÚLTIMA CENA
La Ultima Cena fue pintada por Leonardo Da Vinci. El tiempo que le llevó terminar de pintar el cuadro fue de siete años.
Se cuenta que las figuras que le sirvieron como modelo para representar a los doce y al mismo Cristo fueron personas, escogiéndose primeramente a la figura que sería Judas Iscariote.
Recordarán que éste fue el apóstol que traicionó a su Maestro, por treinta monedas de plata. Semana tras semana, Da Vinci buscó un rostro marcado por las huellas de la deshonestidad, avaricia, hipocresía y crimen. Una cara que reflejara el carácter de alguien que traicionaría a su mejor amigo.
Después de pasar por muchas experiencias desalentadoras, en su búsqueda por el tipo de persona requerida para representar a Judas, una información vino a Da Vinci, de un hombre cuya apariencia satisfacía completamente todas las respuestas. Se le había encontrado en Roma, sentenciado a morir por una vida de vileza y crimen.
Da Vinci emprendió el viaje sin demora a Roma y se llevó a este hombre de la prisión a plena luz del sol. Era un joven de piel oscura, sucio y su pelo lucía largo y descuidado. Su apariencia representaba perfectamente el papel de Judas para su pintura.
Mediante un permiso especial del Rey, se trasladó al prisionero a Milán, donde se pintaría el cuadro. Durante meses este hombre posó para Da Vinci, quien continuamente se esforzaba por plasmar en su pintura a este modelo.
Al terminar, volvió la mirada a los guardias, y dijo: "He terminado, se pueden llevar al prisionero". Al llevárselo los guardias, el prisionero se soltó repentinamente, corrió hacia Da Vinci y llorando amargamente le dijo:
"Por favor, dame una oportunidad, verdaderamente me sentí Judas Iscariote, por la vida que he llevado. No me pagues nada, solamente déjame en libertad". A Leonardo le sorprendió la cara de arrepentimiento de este hombre y decidió dejarlo libre.
Aproximadamente durante seis años, Da Vinci continuó trabajando en su sublime obra de arte. Uno a uno se seleccionaron los personajes cuyas características se asemejaran a las de los doce apóstoles, dejando de lado a la figura que representaría a Jesús, el cual sería el personaje más importante de su pintura.
Se examinaron detalladamente a ciertos jóvenes que podían representar a Jesús, esforzándose por encontrar un rostro cuya personalidad reflejara inocencia y pureza, que estuviera libre de las huellas del pecado, un rostro que emanara belleza. Finalmente, después de semanas de intensa búsqueda, se seleccionó a un joven de 33 años de edad, quien representaría a Cristo. Durante seis meses Leonardo trabajó en el personaje principal de su obra.
Al terminar, se acercó al joven para pagarle por sus servicios, pero éste, no aceptándole el dinero y con una sonrisa, le dijo: "¿No me reconoces?". Da Vinci, sorprendido, le respondió negativamente: "Nunca te he visto, acepta este dinero".
"¿Cómo podría cobrarte?", le dijo el joven. "Si hace seis años, me diste una oportunidad y yo la aproveché para entregarme a Cristo".
FAMOSO, MUJERIEGO Y CONVERSO
(Francisco Gil Hellín)
El arzobispo de Burgos presenta el testimonio del actor Eduardo Verástegui
* * *
Eduardo Verástegui es un actor televisivo y cantante mexicano que provoca el entusiasmo de la gente joven. Nació hace 33 años en un pueblecito al norte de México. Comenzó a estudiar derecho en la Universidad, pero al cabo de un año lo abandonó para perseguir el sueño de ser actor y cantante. Marcha a Ciudad de México y allí se consolida como actor latino de moda, entra en el mundo de la telenovela y da el salto a la industria latina cinematográfica. Se traslada a Miami y graba su primer disco como solista.
Un día, mientras viaja a Los Ángeles para promocionar su disco, conoce en el avión a un directivo de la Fox, que le invita a un casting para un largometraje. Le dan el papel y se traslada a Hollywood. Allí tiene su primera experiencia radical: después de conseguir durante diez años todo lo que pensaba que le haría feliz, siente un profundo vacío. «Estaba triste e insatisfecho. Me faltaba algo. Por aquel entonces no sabía qué».
Mientras tanto, exprime el precio de la fama con sobredosis de sexo, droga y fiestas. Esto le lleva a perder la perspectiva de la realidad y a vivir en un profundo relativismo. Como suele ocurrir en esos ambientes, sus amistades, lejos de ayudarle, le meten cada vez más en el abismo de las fiestas y de la nada. «Me di cuenta que yo era como un galgo que perseguía una falsa liebre en las carreras. Cuando llegué a morderla, me quedé herido porque era de metal. Estaba persiguiendo una mentira».
Un día tiene un encuentro con Jarmine, la profesora de inglés que durante seis meses le ponen los de la Fox. Esta mujer católica le hace ir al fondo de su vida y despierta en él las preguntas últimas. El actor siempre se había sentido católico, pero su trato con Jarmine le descubre que su catolicismo es una etiqueta cultural, casi vacía de contenido y, desde luego, carente de convicciones. Verástegui recuerda el día que, terminadas las clases, se despidió, dejándole la herida abierta: «¿qué estás haciendo con tu vida?» Comenzó a llorar en un rincón de la casa y no cesó en varios días. «Temblaba por dentro», confiesa él.
Tenía necesidad de encontrar alguien que hablara español para compartir todo lo que sentía y el arrepentimiento por una vida tan alejada de Dios. Le pusieron en contacto con un sacerdote, que comenzó a ayudarle y a dejarle libros. Empieza a ir a misa diariamente. Otro sacerdote, el Padre Francisco, le propone una confesión general. Tras una larga preparación, Verástegui hace una confesión de tres horas. El actor la califica como su segunda conversión: «Comprendí que no había nacido para actor u otra cosa, sino para conocer, amar y servir a Jesucristo».
Con la audacia del converso, vende todos sus bienes y decide irse a Brasil como misionero. Pero el sacerdote le hace descubrir que Hollywood es el lugar donde Dios le espera para que anuncie la Buena Nueva. Verástegui, con Leo Severino, crea Metanoia Films para hacer películas al servicio de la esperanza y dignidad humanas. «Bella» es la primera cinta de esta compañía. De ella se ha hablado mucho durante estos meses en toda América. Incluso ganó el Festival de Toronto contra todo pronóstico. Verástegui ha creado también un estudio bíblico para actores y directores y un lugar en Hollywood para los que buscan algo más que la fama.
Desde hace cinco años, el mujeriego "latin lover" vive, feliz y radiante, la castidad, reza el rosario y va a misa todos los días. Es el referente contracultural en los corrillos de Hollywood. Se siente libre de verdad e inmensamente feliz.
ÉL TE ENCONTRARÁ A TI
(Rev. John Powell, Profesor de Loyola University, Chicago)
John Powell, un profesor de Loyola University en Chicago, escribe sobre un estudiante de su clase de "Teología de la Fe", llamado Tommy.
Hace unos doce años atrás, yo estaba de pie observando a mis estudiantes de la universidad mientras entraban al salón para nuestra primera sesión de Teología de la Fe. Ese fue el primer día que vi a Tommy. Mis ojos y mi mente parpadearon. Tommy estaba peinando su larga cabellera rubia, que caía 6 centímetros por debajo de sus hombros. Era la primera vez que veía a un joven con una cabellera tan larga. Me imagino que era lo que estaba de moda en ese tiempo.
Yo sé que no es lo que está sobre la cabeza lo que cuenta, sino lo que está adentro; pero como ese día no estaba preparado para ello, mis emociones se alteraron y de inmediato catalogué a Tommy bajo la "E" de extraño... MUY EXTRAÑO.
Tommy resultó ser el "ateo de la clase" en mi curso de Teología de la Fe. Objetaba constantemente, sonriendo sarcásticamente, o quejándose por medio de un suspiro o gemido sobre la posibilidad de un Dios/Padre que nos ama incondicionalmente. Así y todo, vivimos en una paz relativa por un semestre, aunque tengo que admitir que a veces sí llegaba a molestarme.
Cuando al terminar el curso vino a entregar su examen final, me preguntó en un tono algo cínico:
"¿Cree usted que alguna vez encontraré a Dios?"
Inmediatamente decidí usar un poquito de la técnica de la terapia de shock.
"¡No!", le dije muy enfáticamente.
"¿Por qué no?", me respondió, "yo creía que ése era el producto que usted estaba vendiendo."
Dejé que estuviese a unos cinco pasos de la puerta del salón y alcé mi voz para decirle:
"¡Tommy! Creo que tú nunca encontrarás a Dios... pero estoy absolutamente seguro de que Él te encontrará a ti."
Él se encogió de hombros y salió de mi clase y de mi vida.
Yo me quedé algo frustrado por el hecho de que no había captado mi ingeniosa observación: "¡Él te encontrará a ti!", por lo menos yo pensaba que había sido ingeniosa.
Un tiempo después me enteré que Tommy se había graduado y me dio el debido gusto. Más adelante me llegó una triste noticia, supe que Tommy padecía de un cáncer terminal. Antes de que yo pudiera salir a buscarlo, él vino a verme. Cuando entró en mi oficina lucía demacrado y su larga cabellera había desaparecido debido a la quimioterapia. Pero sus ojos brillaban y su voz tenía la misma firmeza que
tenía antes.
"Tommy, he pensado mucho en ti... oí que estás enfermo", le dije en un tono casual.
"Oh, sí, muy enfermo", me respondió, "tengo cáncer en ambos pulmones. Es cuestión de semanas."
"Tom, ¿puedes hablar sobre eso?", le pregunté.
"Por supuesto, ¿qué quiere saber?", me contestó.
"¿Qué se siente tener solo 24 años y estar muriendo?", le dije.
"Bueno, podría ser peor."
"¿Peor, como qué?"
"Bueno, como llegar a los cincuenta años sin tener valores o ideales; o llegar a los cincuenta creyendo que beber, seducir mujeres y hacer dinero son 'lo máximo' de la vida."
(Empecé a buscar en mi archivo mental donde años antes había clasificado a Tommy bajo la "E" de extraño... Parece ser como si a todo aquel que yo rechazara mediante mi propia calificación, Dios lo devolviera a mi vida para que me educara.)
"Pero por lo que en realidad vine a verlo es por algo que usted me dijo el último día de clases." (¡Se acordó!)
Él continuó diciendo, "Yo le pregunté si usted creía que yo llegaría alguna vez a encontrar a Dios.. Usted me dijo que ¡No!, cosa que me sorprendió mucho. Entonces usted dijo: 'Pero Él te encontrará a ti'. Estuve pensando mucho en eso, aunque no se puede decir que mi búsqueda era muy intensa en aquel entonces."
(Mi ingeniosa observación... ¡había pensado mucho en ella!)
"Pero cuando los doctores removieron el tumor que tenía en la ingle y me dijeron que era maligno, ahí fue que empecé a buscar seriamente a Dios; cuando el cáncer se regó a mis órganos vitales, de veras que empecé a golpear fuertemente con mis puños las puertas del Cielo... pero Dios no salió. De hecho, no pasó nada. ¿Alguna vez ha tratado de hacer algo con mucho esfuerzo sin obtener ningún resultado? Uno se harta psicológicamente, se aburre de tratar y tratar y tratar... y eventualmente, uno deja de tratar...
Bueno, pues un día me desperté y en lugar de estar lanzando mis reclamos inútiles por encima de ese muro de ladrillos a un Dios que posiblemente no estuviera ahí, me rendí... Decidí que en realidad no me importaba Dios, ni una vida después de la muerte, ni nada que se le pareciera. Decidí pasar el tiempo que me quedara haciendo algo más provechoso. Pensé en usted y en su clase y recordé otra cosa que usted nos había dicho:
'La mayor tristeza es pasarse la vida sin amar. Pero sería igualmente triste pasar por la vida e irse sin nunca haberle dicho a los que uno ama que los ama'.
Así que empecé por el más difícil, mi padre. Él estaba leyendo el periódico cuando me le acerqué.
"Papá"
"¿Qué?", preguntó sin quitar sus ojos del periódico.
"Papá, quisiera hablar contigo."
"Bueno, habla."
"Papá... es algo verdaderamente importante…"
Bajó el periódico lentamente. "¿De qué se trata?"
"Papá, yo te amo. Sólo quería que lo supieras."
(Tom me sonrió mientras me contaba con satisfacción, como si sintiera un gozo, cálido y secreto, que fluía a través de su interior.)
El periódico se cayó de sus manos. Entonces mi padre hizo dos cosas que no recuerdo que hubiese hecho antes. Él lloró y me abrazó. Estuvimos hablando toda la noche, aunque él tenía que ir a trabajar al día siguiente. Me sentí tan bien de estar cerca de mi padre, de ver sus lágrimas, de sentir su abrazo y de oírle decir que me amaba. Fue más fácil con mi madre y con mi hermano pequeño. También ellos lloraron conmigo y nos abrazamos y nos dijimos cosas bonitas los unos a los otros. Compartimos las cosas que habíamos guardado en secreto por tantos años.
Sólo me arrepiento de una cosa - de haber esperado tanto tiempo. Ahí estaba, comenzando a abrirme a todas las personas que siempre habían estado tan cerca de mí. Entonces, un día me volteé ¡y ahí estaba Dios! No vino a mí cuando yo se lo rogaba. Me imagino que yo me portaba como un entrenador de animales aguantando el aro para que saltaran: '¡Vamos, salta! Te doy tres días, tres semanas.' Aparentemente Dios hace las cosas a Su manera y a Su hora. Pero lo importante es que Él estaba ahí. ¡Me había encontrado! Usted tenía razón: me encontró aún después de que yo dejé de buscarlo."
"Tom", le dije casi sin aliento, "yo creo que estás diciendo algo muy importante y más universal de lo que tú te puedas imaginar. Por lo menos para mí, lo que estás diciendo es que la forma más segura de encontrar a Dios: es la de no hacerlo una posesión particular, un solucionador de problemas, un consuelo instantáneo en tiempos de necesidad, sino abrirse al amor. Sabes, el apóstol Juan dijo eso, él dijo: 'Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.'"
"Tom, ¿podría pedirte un favor?, pregunté. Fíjate, cuando te tenía en mi clase eras una verdadera molestia, pero (riendo) ahora puedes compensarme por todo... ¿Vendrías a mi curso de "Teología de la Fe" y les contarías lo que acabas de contarme? Si yo se los dijera, no tendría el mismo impacto que puede tener al contárselo tú."
"Oohh... Yo estaba listo para usted, pero no sé si estoy listo para su clase."
"Piénsalo, Tom, y si te sientes listo, llámame."
Tom me llamó a los pocos días y me dijo que estaba listo para la clase, que él quería hacer eso por Dios y por mí. Así que hicimos la cita, pero Tom nunca pudo llegar... Él tenía una cita mucho más importante que la mía y mi clase. Por supuesto que su vida no terminó con la muerte, sólo cambió. Él dio el gran salto de la fe a la visión. Él encontró una vida más hermosa que todo lo que ha visto el ojo humano o que el oído humano haya escuchado o que la mente del ser humano jamás se haya imaginado.
Antes de que él muriera, hablamos una última vez.
"No voy a poder llegar a su clase", me dijo.
"Lo sé, Tom."
"¿Les dirá usted por mí? ¿Le dirá.... al mundo entero por mí?"
"Sí, Tom, les diré. Haré lo mejor que pueda."
Así que, a todos ustedes que han tenido la bondad de leer esta simple historia sobre el amor de Dios, gracias por haberlo hecho. Y a ti, Tommy, en los brillantes y verdes cerros del Cielo, quiero que sepas, que se los dije lo mejor que pude...
EL PAPA Y EL MENDIGO
En el programa de televisión de la Madre Angélica, en Estados Unidos, relataron un episodio poco conocido de la vida de Juan Pablo II.
Un sacerdote norteamericano de la diócesis de Nueva York, de visita en la ciudad de Roma, se disponía a rezar en una de las parroquias cuando, al entrar, se encontró con un mendigo. Después de observarlo durante un momento, el sacerdote se dio cuenta de que conocía a aquel hombre. Era un ex-compañero del seminario, ordenado sacerdote el mismo día que él. Ahora mendigaba por las calles.
El cura, tras identificarse y saludarle, escuchó de labios del mendigo cómo había perdido su fe y su vocación. Quedó profundamente estremecido.
Al día siguiente, el sacerdote llegado de Nueva York tenía la oportunidad de asistir a la Misa privada del Papa, a quien podría saludar al final de la celebración, como suele ser la costumbre. Al llegar su turno sintió el impulso de arrodillarse ante el Santo Padre y pedir que rezara por su antiguo compañero de seminario. Luego describió al Papa brevemente la situación de aquél.
Un día después recibió la invitación del Vaticano para cenar con el Papa, en la que le solicitaban que llevara consigo al mendigo de la parroquia. El sacerdote volvió a la parroquia y le comentó a su ex-compañero el deseo del Papa. Una vez que convenció al mendigo, lo llevó a su lugar de hospedaje, le ofreció ropa y la oportunidad de asearse.
El Pontífice, después de la cena, indicó al sacerdote que los dejara solos, y pidió al mendigo que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, le respondió que ya no era sacerdote, a lo que el Papa contestó: "Una vez sacerdote, siempre sacerdote". "Pero estoy fuera de mis facultades de presbítero", insistió el mendigo. "Yo soy el obispo de Roma, me puedo encargar de eso", dijo el Papa.
El hombre escuchó la confesión del Santo Padre y le pidió a su vez que escuchara su propia confesión. Después de ella lloró amargamente. Al final, Juan Pablo II le preguntó en qué parroquia había estado mendigando, y lo designó asistente del párroco de la misma, y encargado de la atención a los mendigos.
DE ESTRELLA DE CINE A MONJA DE CLAUSURA
(Jorge E. Mújica)
Transcurre las mañanas en el silencio, la oración y la contemplación. Rezar y trabajar, había escrito san Benito, por eso al rayar el alba ordeña la vaca y por las tardes cultiva el campo y cuida las hortalizas. Lo anterior sin descuidar la formación de sus novicias. El canto gregoriano es parte constitutiva de esta abadía femenina de la orden benedictina cuyas religiosas se despiertan con amor a mitad de cada noche para entonar himnos a Dios.
La vida de la madre Dolores no siempre fue ésta. Actriz famosa y reconocida en la década de los 50 y de los 60, compartió escena con los grandes actores de su época como Anthony Quinn, Gary Cooper, Ana Magnani o Elvis Presley. De hecho, en la película Loving you fue la primer actriz en besar a Elvis en la pantalla grande. Figuró en carteleras, revistas y anuncios publicitarios. No podía estar en lugares públicos ya que los admiradores hacían lo imposible por arrancarle un autógrafo.
Al regresar de una gira de promoción de una de sus últimas películas, pide al chofer de su limousine dejarla delante de la abadía Regina Laudis, en Connecticut. Era el 13 de junio de 1963. La súper actriz de la Metro Goldwyn Mayer, Dolores Hart, dejaba el mundo del espectáculo e iniciaba ese otro mundo más pleno: el del seguimiento del llamado de Dios.
Claro que suponía un acto de abnegación de sus propios gustos y de muchos otras posibilidades abiertas. Tenía todo lo que podía desear: juventud, belleza, dinero, fama… Pero le faltaba esa paz que sólo se consigue cuando se es fiel a la conciencia. Le costó dejar a su novio, el emprendedor californiano Don Johnson, le costó dejar los foros, el maquillaje, los vestidos, le costó el nuevo anonimato. Le costó esa radicalidad que posiblemente hoy es menos comprendida por muchos creyentes católicos. Pero tenía viva la determinación de hacer la cosa justa, y eso fue lo que hizo: supo poner su corazón en el puesto justo o, por mejor decir, en la persona adecuada: Dios.
Cuando del L´osservatore Romano (18 de julio de 2008) le preguntaron si era feliz, madre Dolores respondió: “antes de haber cumplido veinte años en el convento me acordé que trabajar en el cine me daba menos felicidad que la que me esperaba aquí”.
Ciertamente el itinerario de amor que ha seguido la hoy priora de novicias en la abadía Regina Laudis a Bethlehem, no ha sido un camino de rosas. En 1999 padeció una enfermedad neurológica poco común que la dejó sin posibilidad de caminar, hablar y comer por un tiempo. Pero tuvo fe, se tomó de la mano de Jesús y salió victoriosa.
Hoy, la madre Dolores sigue formando parte de la Motion Picture Academy of Arts and Sciences, la comisión que elige cada año a los galardonados con el premio Óscar. Pero no es todo. Junto a una amiga actriz, Patricia Neal, construyó el The Gary-The Olivia Teather, a un lado del convento. Es un teatro para quinientas personas donde cada verano representan diversas obras. Pero no es todo. A través de www.abbeyofreginalaudis.com promueve un cedé donde a modo de canto se puede escuchar, entre otras cosas, la genealogía de Jesús.
La historia de la madre Dolores es de esas que llegan al fondo de nosotros mismos. Que nos preguntan y que acusan respuesta reflexiva, honda, hecha práctica. Y es que, como ella misma dice “Una relación viva y personal con Cristo es necesaria para entender que su presencia es la única cosa verdaderamente real y verdaderamente hermosa en nuestra propia vida”.
DEL “THRILLER ERÓTICO A CRISTO. LA CONVERSIÓN DE JOE ESZTERHAS Joe Eszterhas es un guionista de cine conocido en Hollywood como el creador del "thriller erótico", un género compuesto por películas oscuras que combinan el sexo y la violencia. En unos días publicará su más reciente libro en el que narra su asombrosa conversión al Catolicismo. Eszterhas se hizo millonario por escribir los guiones de películas taquilleras como Atracción Fatal, Showgirls y Jagged Edge, todas conocidas por su explícito contenido sexual. Además fue editor de la revista Rolling Stone. El escritor, nacido en 1944, creció en campos de refugiados en Hungría después de la Segunda Guerra Mundial hasta que llegó con su familia a Cleveland, Estados Unidos. Trabajó como reportero de noticias policiales, cubriendo incontables tiroteos y peleas urbanas. En ese tiempo, sostiene que su vida era muy oscura, llena de muerte, asesinatos, crímenes y caos, lo que marcó su posterior carrera de guionista. |
DR. NATHANSON, “REY DEL ABORTO”
¿Qué puede llevar a un poderoso y reconocido médico abortista a convertirse en un fuerte defensor de la vida y abrazar las enseñanzas de Jesucristo?
¿Pudo más el peso de su conciencia por la muerte de 60 mil no nacidos o quizás las muchas oraciones de todos aquellos que rogaron incansablemente por su conversión?
Según Bernard Nathanson, el popular "rey del aborto", su conversión al catolicismo resultaría inconcebible sin las plegarias que muchas personas elevaron a Dios pidiendo por él. "Estoy totalmente convencido de que sus oraciones fueron escuchadas por El", indico emocionado Nathanson el día en que el Arzobispo de Nueva York, el fallecido Cardenal O´Connor, lo bautizó.
Hijo de un prestigioso médico judío especializado en ginecología, el Dr. Joey Nathanson, a quien el ambiente escéptico y liberal de la universidad hizo abdicar de su fe, Nathanson creció en un hogar sin fe y sin amor.
Profesional y personalmente, Bernard Nathanson siguió durante buena parte de su vida los pasos de su padre. Estudió medicina en la Universidad de McGill (Montreal), y en 1945 se enamoro de Ruth, una joven y guapa judía con quienes hicieron planes de matrimonio. La joven, sin embargo, quedo embarazada y cuando Bernard le escribió a su padre para consultarle la posibilidad de contraer matrimonio, éste le envió cinco billetes de 100 dólares junto con la recomendación de que eligiese entre abortar o ir a los Estados Unidos para casarse, poniendo en riesgo su brillante carrera como médico que le esperaba.
Bernard puso su carrera por delante y convenció a Ruth de que abortase. No la acompañó a la intervención abortiva y Ruth volvió sola a casa, en un taxi, con una fuerte hemorragia, estando a punto de perder la vida. Al recuperarse -casi milagrosamente- ambos terminaron su relación. "Ese fue el primero de mis 75.000 encuentros con el aborto, me sirvió de excursión iniciadora al satánico mundo del aborto", confesó el Dr. Nathanson.
Luego de graduarse, Bernard inició su residencia en un hospital judío. Después paso al Hospital de Mujeres de Nueva York donde sufrió personalmente la violencia del antisemitismo, y entró en contacto con el mundo del aborto clandestino. Para entonces ya había contraído matrimonio con una joven judía, tan superficial como él, según confesaría, con la cual permaneció unido cerca de cuatro años y medio. En esas circunstancias Nathanson conoció a Larry Lader, un médico a quien sólo le obsesionaba la idea de conseguir que la ley permitiese el aborto libre y barato. Para ello fundó, en 1969, la "Liga de Acción Nacional por el Derecho al Aborto", una asociación que intentaba culpabilizar a la Iglesia de cada muerte que se producía en los abortos clandestinos.
Pero fue en 1971 cuando Nathanson se involucró directamente en la práctica de abortos. Las primeras clínicas abortistas de Nueva York comenzaban a explotar el negocio de la muerte programada, y en muchos casos su personal carecía de licencia del Estado o de garantías mínimas de seguridad. Tal fue el caso de la dirigida por el Dr. Harvey. Las autoridades estaban a punto de cerrar esta clínica cuando alguien sugirió que Nathanson podría ocuparse de su dirección y funcionamiento. Se daba la paradoja de que, mientras estuvo al frente de aquella clínica, en aquel lugar existía también un servicio de ginecología y obstetricia: es decir, se atendían partos normales al mismo tiempo que se practicaban abortos.
Por otra parte, Nathanson desarrollaba una intensa actividad, dictando conferencias, celebrando encuentros con políticos y gobernantes de todo el país, presionándolos para lograr que fuese ampliada la ley del aborto.
"Estaba muy ocupado. Apenas veía a mi familia. Tenía un hijo de pocos años y una mujer, pero casi nunca estaba en casa. Lamento amargamente esos años, aunque sólo sea porque he fracasado en ver a mi hijo crecer. También era un paria en la profesión médica. Se me conocía como el rey del aborto", afirmó.
Durante ese periodo, Nathanson realizó más de 60.000 abortos, pero a fines de 1972, agotado, dimitió de su cargo en la clínica.
"He abortado a los hijos no nacidos de amigos, colegas, conocidos e incluso profesores. Llegue incluso a abortar a mi propio hijo", lloró amargamente el médico, quien explicó que a la mitad de la década de los sesenta "dejó encinta a una mujer que lo quería mucho. (…) Ella quería seguir adelante con el embarazo pero el se negó. Puesto que yo era uno de los expertos en el tema, yo mismo realizaría el aborto, le expliqué. Y así lo hice", precisó.
Sin embargo, a partir de ese suceso las cosas empezaron a cambiar. Dejó la clínica abortista y pasó a ser jefe de obstetricia del Hospital de St. Luke´s. La nueva tecnología, el ultrasonido, hacía su aparición en el ámbito médico. El día en que Nathanson pudo observar el corazón del feto en los monitores electrónicos, comenzó a plantearse por primera vez "qué era lo que estábamos haciendo verdaderamente en la clínica".
Decidió reconocer su error. En la revista médica The New England Journal of Medicine, escribió un artículo sobre su experiencia con los ultrasonidos, reconociendo que en el feto existía vida humana. Incluía declaraciones como la siguiente: "el aborto debe verse como la interrupción de un proceso que de otro modo habría producido un ciudadano del mundo. Negar esta realidad es el más craso tipo de evasión moral".
Aquel artículo provocó una fuerte reacción. Nathanson y su familia recibieron incluso amenazas de muerte, pero la evidencia de que no podía continuar practicando abortos se impuso. Había llegado a la conclusión de que no había nunca razón alguna para abortar: el aborto es un crimen.
Poco tiempo después, un nuevo experimento con los ultrasonidos sirvió de material para un documental que lleno de admiración y horror al mundo. Se titulaba "El grito silencioso", y sucedió en 1984 cuando Nathanson le pidió a un amigo suyo -que practicaba quince o quizás veinte abortos al día- que colocase un aparato de ultrasonidos sobre la madre, grabando la intervención.
"Lo hizo -explica Nathanson- y, cuando vio las cintas conmigo, quedó tan afectado que ya nunca más volvió a realizar un aborto. Las cintas eran asombrosas, aunque no de muy buena calidad. Seleccioné la mejor y empecé a proyectarla en mis encuentros provida por todo el país".
Regreso del hijo prodigo
Nathanson había abandonado su antigua profesión de "carnicero humano" pero aun quedaba pendiente el camino de vuelta a Dios. Una primera ayuda le vino de su admirado profesor universitario, el psiquiatra Karl Stern. "Transmitía una serenidad y una seguridad indefinibles. Entonces yo no sabía que en 1943, tras largos años de meditación, lectura y estudio, se había convertido al catolicismo. Stern poseía un secreto que yo había buscado durante toda mi vida: el secreto de la paz de Cristo".
El movimiento provida le había proporcionado el primer testimonio vivo de la fe y el amor de Dios. En 1989 asistió a una acción de Operación Rescate en los alrededores de una clínica. El ambiente de los que allí se manifestaban pacíficamente en favor de la vida de los aún no nacidos le había conmovido: estaban serenos, contentos, cantaban, rezaban. Los mismos medios de comunicación que cubrían el suceso y los policías que vigilaban, estaban asombrados de la actitud de esas personas. Nathanson quedo afectado "y, por primera vez en toda mi vida de adulto empecé a considerar seriamente la noción de Dios, un Dios que había permitido que anduviera por todos los proverbiales circuitos del infierno, para enseñarme el camino de la redención y la misericordia a través de su gracia".
"Durante diez años, pase por un periodo de transición. Sentí que el peso de mis abortos se hacía más gravoso y persistente pues me despertaba cada día a las cuatro o cinco de la mañana, mirando a la oscuridad y esperando (pero sin rezar todavía) que se encendiera un mensaje declarándome inocente frente a un jurado invisible", señala Nathanson.
Pronto, el médico acaba leyendo "Las Confesiones", de San Agustín, libro que calificó como "alimento de primera necesidad", convirtiéndose en su libro mas leído ya que San Agustín "hablaba del modo más completo de mi tormento existencial; pero yo no tenía una Santa Mónica que me enseñara el camino y estaba acosado por una negra desesperación que no remitía".
En esa situación no faltó la tentación del suicidio, pero, por fortuna, decidió buscar una solución distinta. Los remedios intentados fallaban: alcohol, tranquilizantes, libros de autoestima, consejeros, hasta llegar incluso al psicoanálisis, donde permaneció por cuatro años.
El espíritu que animaba aquella manifestación provida enderezó su búsqueda. Empezó a conversar periódicamente con el Padre John McCloskey; no le resultaba fácil creer, pero lo contrario, permanecer en el agnosticismo, llevaba al abismo. Progresivamente se descubría a si mismo acompañado de alguien a quien importaban cada uno de los segundos de su existencia. "Ya no estoy solo. Mi destino ha sido dar vueltas por el mundo a la búsqueda de ese Uno sin el cual estoy condenado, pero al que ahora me agarro desesperadamente, intentando no soltarme del borde de su manto".
Finalmente, el 8 de diciembre de 1996, a las 7.30 de un lunes, solemnidad de la Inmaculada Concepción, en la cripta de la Catedral de San Patricio de Nueva York, el Dr. Nathanson se convertía en hijo de Dios. Entraba a formar parte del Cuerpo Místico de Cristo, su Iglesia. El Cardenal John O´Connor le administró los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía.
Un testigo expresa así ese momento: "Esta semana experimenté con una evidencia poderosa y fresca que el Salvador que nació hace 2.000 años en un establo continúa transformando el mundo. El pasado lunes fui invitado a un Bautismo. (...) Observé como Nathanson caminaba hacia el altar. ¡Qué momento! Al igual que en el primer siglo... un judío converso caminando en las catacumbas para encontrar a Cristo. Y su madrina era Joan Andrews. Las ironías abundan. Joan es una de las más sobresalientes y conocidas defensoras del movimiento provida... La escena me quemaba por dentro, porque justo encima del Cardenal O´Connor había una Cruz. Miré hacia la Cruz y me di cuenta de nuevo que lo que el Evangelio enseña es la verdad: la victoria esta en Cristo".
Las palabras de Bernard Nathanson al final de la ceremonia, fueron escuetas y directas. "No puedo decir lo agradecido que estoy ni la deuda tan impagable que tengo con todos aquellos que han rezado por mí durante todos los años en los que me proclamaba públicamente ateo. Han rezado tozuda y amorosamente por mí. Estoy totalmente convencido de que sus oraciones han sido escuchadas. Lograron lágrimas para mis ojos".
OTRO “REY DEL ABORTO” CONVERTIDO EN DEFENSOR DE LA VIDA: LA HISTORIA DE STOJAN ADASEVIC
(ACIPRENSA)
El diario La Razón de España dio a conocer el caso de un nuevo "rey del aborto" convertido: Stojan Adasevic, quien llegara a realizar 48 mil abortos en total y hasta 35 en un solo día, es actualmente el principal líder pro-vida de Serbia, pero durante 26 años fue el ginecólogo abortista más prestigioso de la Belgrado comunista.
El periódico español señala que "los libros de medicina del régimen comunista decían que abortar era, simplemente, extirpar un trozo de tejido. Los ultrasonidos que permitían ver al feto llegaron en los años 80, pero no cambiaron su opinión. Sin embargo, empezó a tener pesadillas".
Al relatar su proceso de conversión, explica el diario, Adasevic "soñaba con un hermoso campo, lleno de niños y jóvenes que jugaban y reían, de cuatro a 24 años, pero que huían aterrados de él. Un hombre vestido con un hábito blanco y negro lo miraba intensamente, en silencio. El sueño se repetía cada noche y despertaba con sudores fríos. Una noche preguntó al hombre de negro y blanco por su nombre. 'Me llamo Tomás de Aquino', respondió el hombre del sueño. Adasevic, formado en la escuela comunista, nunca había oído hablar del genial santo dominico, no reconoció el nombre".
"'¿Por qué no me preguntas quiénes son estos niños? Son los que mataste con tus abortos', le dijo Tomás. Adasevic despertó, impresionado, y decidió no practicar más intervenciones", prosigue.
"Ese mismo día vino a su hospital un primo con su novia, embarazada de cuatro meses, para hacerse su noveno aborto, algo bastante frecuente en los países del bloque soviético. El doctor accedió. En vez de sacar el feto miembro a miembro, decidió machacarlo y sacarlo como una masa. Sin embargo, el corazón del bebé salió aún latiendo. Adasevic se dio cuenta entonces de que había matado a un ser humano".
Tras ese macabro episodio, Adasevic "informó al hospital de que no haría más abortos. Nunca en la Yugoslavia comunista un médico se había negado. Redujeron su salario a la mitad, echaron a su hija del trabajo, no dejaron entrar a su hijo en la universidad".
Tras dos años de presiones y a punto de rendirse, volvió a soñar con Santo Tomás: "'eres mi buen amigo, persevera', dijo el hombre de blanco y negro. Adasevic se comprometió con los grupos pro-vida. Dos veces consiguió que la televisión yugoslava emitiera la película de ultrasonidos 'El grito silencioso', de otro famoso ex-abortista, el doctor Bernard Nathanson".
Actualmente el doctor Adasevic ha publicado su testimonio en revistas y diarios de Europa del Este, como la rusa Liubitie Drug Druga. Ha vuelto al cristianismo ortodoxo de su infancia y también ha aprendido cosas sobre Santo Tomás de Aquino.
HISTORIAS DE UNA VUELTA A DIOS |
Las conversiones siempre han interpelado a la humanidad, hunden sus raíces en la aparición del cristianismo y se alargan hasta nuestro presente. |
De racionalista a creyente, y de agnóstico a exorcista Dos comunistas que conocieron la fe Masón y abortista El terrorista que conoció el perdón de Cristo |
MICKEY ROURKE RESURGE EN SU CARRERA CINEMATOGRÁFICA GRACIAS A SU FE CATÓLICA
(Juan Francisco Jiménez)
Se estrenó ‘El luchador’ que le ha valido su nominación al Oscar como mejor actor
Mickey Rourke ha resurgido en su carrera cinematográfica gracias a ‘El luchador’ de Darren Aronofsky que le ha valido la nominación al Oscar como mejor actor. Rourke que ya ha recibido el Globo de Oro como mejor actor ha afirmado que su fe católica “es la razón de su redención”.
Rourke, que se fue distanciando progresivamente de los círculos cinematográficos, en la década de los 80 se hizo conocido por el éxito de sus películas y por su comportamiento de ‘chico malo’. Esto y duras declaraciones contra el oficio de actor a la postre le relegaron al oscurantismo y al olvido.
El actor ha reconocido que contempló el suicidio más de una vez pero que por diferentes circunstancias no acabó haciéndolo, como por ejemplo la intervención de un sacerdote que le convenció.
Su coqueteo con el boxeo que tuvo que dejar por problemas de salud y diferentes episodios vinculados a la violencia y el alcohol hicieron que Rourke tocara fondo y encontrara, como él mismo ha reconocido, la “redención” en la fe católica. Recientemente manifestó en una entrevista que su compromiso con la fe católica lo salvó de caer nuevamente en su “antiguo y caótico estilo de vida”.
Rourke interpreta a Randy 'el Carnero' Robinson, un hombre que ha perdido todas las oportunidades y que intenta regresar a toda costa a la lucha, la única cosa que sabe hacer. Randy fue un icono de la lucha libre profesional que, en el momento en el que se sitúa el filme, apenas puede satisfacer el alquiler del remolque donde vive. Por otro lado, lucha contra las consecuencias de la edad que condicionan su maltrecho cuerpo. Es sintomático que el actor resurja de sus cenizas con un papel muy cercano al de sus propias experiencias.
EL MATÓN DE DISCOTECA QUE SE ENCONTRÓ CON DIOS |
De la venta de drogas y las palizas por encargo a la evangelización de jóvenes
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SAMUEL L. JACKSON: “LE DEBO A DIOS TODO LO QUE SOY”
(La Razón)
Con más de 80 películas a sus espaldas, Samuel L. Jackson es uno de los actores más duros del cine norteamericano. Fetiche del director Quentin Tarantino, con quien ganó un Oscar por "Pulp Fiction", es el actor que más dinero ha recaudado en su extensísima carrera, pero, ante todo, es un hombre agradecido a Dios.
Según relata en una entrevista concedida a la revista "Pantalla semanal", su conversión le ayudó a salir del infierno de adicciones en el que vivía, enganchado al alcohol y a la cocaína hasta llegar al ingreso por sobredosis. "El simple hecho de estar aquí ahora y no estar borracho tirado en la calle o completamente drogado se lo debo a Dios", confiesa. "Yo tuve la oportunidad de ver la luz. A veces la fe es importante para mantenerse sereno en los momentos de tentación", afirma. "Yo no he vuelto a tomar una copa en quince años. Probablemente podría beber sólo una copa de champán y estar bien, pero mi historial dice que cuando he abierto una botella de champán me he sentado hasta que he terminado con ella. Jamás he podido beber sólo una copa y eso me lo tengo que recordar día a día. Es una de las primeras cosas que hago por la mañana, pedirle a Dios fuerza para no beber ni tomar drogas ese día", sostiene.
Jackson ha participado, junto con actores cristianos de la talla de Angela Bassett, Cuba Gooding Jr, Denzel Washington o Forest Whitaker, en una espectacular versión sonora de la Biblia, ("The Bible Experience") que se puede descargar en Internet en su versión para Ipod.
"Creo que Dios puede cuidar de todo el mundo", asegura. "Todo sucede por una razón determinada, no sé si para cumplir un destino o porque en la vida hay una serie de oportunidades que se presentan y dependiendo de cada decisión sigues un camino u otro", sostiene. "Yo, desde luego, rezo cada día por todo lo que tengo, merece la pena", concluye.
DE LA DISCOTECA AL CONVENTO: UNA JOVEN CUENTA SU CONVERSIÓN
(Fuente: Zenit.org, 9 marzo 2003)
Después de haberse ganado la vida bailando en los estrados de discotecas, Anna Nobili optó por la vida religiosa y por dedicar su vida a los necesitados, tras culminar un camino personal de conversión.
La hermana Anna relató en una entrevista publicada en el último número de «Mondo Voc» --la revista italiana de animación vocacional de los Rogacionistas--, el itinerario que le llevó a ingresar en las Hermanas Operarias de la Sagrada Familia de Nazaret.
«Comencé a frecuentar las discotecas a los 19 años y continué hasta los 21. Fueron tres años muy intensos durante los cuales perdí totalmente la cabeza. Iba todas las noches y me quedaba hasta las ocho de la mañana», recuerda.
«Desde medianoche hasta las 4 de la madrugada me exhibía en una discoteca, y desde las 4 hasta las 8 iba a bailar a otra. Viajaba incluso fuera de Milán; por ejemplo, a Amsterdam, donde me quedaba cuatro o cinco días».
«Buscaba las discotecas más frecuentadas», continúa su relato; «de ahí mis relaciones con los hombres y el uso del alcohol».
Poco a poco se fue distanciando de esos ambientes. «No sé bien por qué -comenta la hermana Anna-, pero en cierto momento me sentí cerca de la Iglesia. Comencé a ir a misa los domingos y allí lloraba continuamente, sintiendo dentro de mí una presencia diferente».
«Veía a los jóvenes, que se querían de manera muy sencilla y estaban serenos. Un mundo auténtico, no falso como el que yo frecuentaba», prosigue.
El paso siguiente fue «un retiro espiritual en Spello, en la ermita de Carlo Carretto. Recé, hice largas meditaciones. Hasta que una tarde, en la plaza de Santa Clara en Asís, contemplando el cielo y la naturaleza, tuve una percepción clara de que Dios es el Creador y nosotros somos sus criaturas».
«Sentí en el corazón un gozo indescriptible -describe-. Y me puse a bailar. Esta vez no para conquistar a los hombres, sino para agradecer y alabar. Había encontrado lo que buscaba».
Ahora el proyecto de la religiosa es «vivir el carisma de mi Congregación al servicio, incluso a través de trabajos manuales, de los menos afortunados».
«El problema no es tanto ir o no ir a las discotecas -constata-, sino dejarse envolver en relaciones humanas insatisfactorias. Vayamos a la discoteca, pero con Jesús».
«Es normal que los jóvenes busquen sensaciones y que éstas se intensifiquen por la noche. Pero a menudo la vida nocturna se vive como una rebelión que lleva a la perversión», advirtió.
La Congregación de las Hermanas Operarias de la Sagrada Familia de Nazaret fue fundada en 1900 en el norte de Italia y hoy cuenta con 200 religiosas. El Instituto trabaja en situaciones de marginación, como la recuperación de ex prostitutas, y se ocupa de los problemas relacionados con la inmigración.
OSCAR WILDE MURIÓ SIENDO CATÓLICO
(Zenit.org)
El escritor y ensayista Paolo Gulisano ofrece detalles de su vida
A pesar de su fama, son muchos los aspectos de la personalidad Oscar Wilde (1854 – 1900) poco conocidos por sus seguidores. Este escritor irlandés, autor de célebres obras como “El retrato de Dorian Gray” y de cuentos como “El ruiseñor y la rosa” o “El Gigante Egoísta”, fue al mismo tiempo un buscador inagotable de lo Bello, de lo Bueno, pero también de aquel Dios al que nunca se opuso y de quien se hizo abrazar plenamente tras la dramática experiencia de la cárcel.
Un genial dramaturgo, el ícono del mundo gay, murió en París en comunión con la Iglesia Católica, tal como había escrito varios años antes de su partida: “El catolicismo es la religión en la cual moriré”.
Paolo Gulisano, escritor y ensayista, experto del mundo británico y autor de diversos volúmenes sobre Tolkien, Lewis, Chsterton y Belloc, ha publicado recientemente el libro en italiano “El retrato de Oscar Wilde”, “Il Ritratto di Oscar Wilde” (Editrice Ancora).
Se trata de una radiografía del escritor que representa toda la compleja personalidad, describe algunos los escenarios en los que recitó en el gran teatro de la vida, de sus pasiones, de sus intereses, de su imaginario, de su atención a los problemas sociales y de su sentimiento religioso.
Gulisano, en diálogo con ZENIT, aseguró que Wilde “representa un misterio que no se ha descubierto todavía; un hombre y un artista de la personalidad poliédrica, compleja, rica”.
“No sólo un inconforme que quería sorprender a la sociedad conservadora de la Inglaterra victoriana, sino también un lúcido analista de la Modernidad con sus aspectos positivos y sobretodo inquietantes”, dice el escritor.
Por ejemplo, su novela “El retrato de Dorian Gray” narra cómo el hombre moderno busca desesperadamente una eterna juventud, con un profundo miedo a la muerte, a la cual se propone vencer o al menos engañar.
El autor deja ver en Wilde un alma que va más allá de los salones londinenses, “un hombre que, tras la máscara de la anormalidad se preguntaba e invitaba a hacerse la pregunta sobre lo que era correcto o equivocado, verdadero o falso, incluso en su mayoría de comedias de enredos”.
El autor destaca también otros valores de Wilde: “Amó profundamente a su esposa, con quien tuvo dos hijos, a quienes había siempre amado tiernamente y a quienes desde niños, había dedicado algunas de las más bellas fábulas nunca escritas, como “El Gigante egoísta” o “El príncipe feliz”.
Gulisano se refiere también al proceso judicial en el que estuvo acusado debido a sus actos homosexuales. Wilde fue condenado a realizar trabajos forzados durante dos años:
“El proceso fue un lío al que llegó por haber demandado por difamación el Marqués de Queensberry, padre de su amigo Bosie, -con quien tuvo una íntima amistad-, que lo había acusado de actuar como sodomita”.
“Frente al proceso de Wilde estuvo el abogado Carson, que odiaba a los irlandeses y a los católicos y su condena no fue el resultado sólo de la homofobia vitctoriana”, aclaró Gulisano.
La conversión de Wilde
El autor indica que la búsqueda espiritual de Wilde “puede también ser vista como un largo y difícil itinerario de conversión al catolicismo”.
Gulisano asegura que el escritor pensó e incluso aplazó por mucho tiempo su adhesión a la fe católica. También hizo alusión a una de sus paradojas.
“Wilde afirmó un día a quien le preguntaba si no se estaría acercando demasiado peligrosamente a la Iglesia Católica”: “Yo no soy un católico, yo soy simplemente un encendido papista”.
“Detrás de la batuta, está la complejidad de la vida que puede ser vista como una larga y difícil marcha de acercamiento al Misterio, a Dios”, indica el escritor.
Incluso amigos cercanos de Wilde también terminaron convirtiéndose. “Amigos como Robbie Ross, Aubrey Beardsley, e incluso John Gray, quien lo inspiró para la figura de Dorian Gray”, aclara.
Gray entró al Seminario en Roma, fue ordenado sacerdote y ejerció su ministerio en Escocia con el aprecio de gran parte de sus feligreses.
“También el hijo menor de Wilde se volvió católico”, recuerda el escritor.
Guilisano concluye su diálogo diciendo que, pese a la cultura secularista y anticatólica de Inglaterra, en autores como Newman, Chesterton, Tolkien y el mismo Wilde, se puede encontrar “una vacuna útil contra los males espirituales de nuestro tiempo”.
Con información de Antonio Gaspari